«Nada viene de arriba»: la increíble transformación de una emprendedora que pasó de dar clases de guitarra a producir mermelada para los supermercados

“Nada te viene de arriba”, resume Marcela Baz, quien, hace más de 20 años, junto a Oscar Aboy compró un campo en San Pedro sin un destino fijo. Primero, empezaron a producir fruta con invernáculos y venderla a dos verdulerías de Buenos Aires.

«Nada viene de arriba»: la increíble transformación de una emprendedora que pasó de dar clases de guitarra a producir mermelada para los supermercados
«Nada viene de arriba»: la increíble transformación de una emprendedora que pasó de dar clases de guitarra a producir mermelada para los supermercados

Luego, pasaron a la producción de mermeladas caseras, dando inicio, en 1999, a la empresa familiar, que hoy continúan sus hijos, Julia y Nicolás. Poco a poco, “sin creérsela y sin chantadas”, siguen diversificándose en productos, ventas y proyectos.

La idea, reconocen, surgió a raíz del pedido de un verdulero de Vicente López, que les dijo: “¿Por qué no me traen mermeladas de San Pedro, que son buenas?”. A Marcela le bastó un trayecto en auto (del campo de un amigo de su hijo hasta el suyo, donde la mamá rechazó la propuesta de producirlas) para convencerse de que tenía que hacerlas ella.

La familia que lleva adelante las actividades de la empresa desde diferentes posiciones en su organización.

“Yo daba clases de guitarra, pero esto también es un arte”, asegura la productora, que, comenzó, entonces, a tomar cursos en la Facultad de Agronomía. Oscar, su exmarido y hoy socio, que es contador, ayudaba con los números y las decisiones de inversión.

Como la de las abuelas

“Hice muchas pruebas. Tiré mermeladas. La de naranja me costó un montón”, recuerda Marcela. Si bien la gente cree que sacó la receta de alguna abuela, ella afirma que el sabor característico se lo da la producción casera. Es fruta sacada del árbol y cortada a mano. No se congela. Los productos son 100% naturales, sin conservantes, colorantes ni edulcorantes artificiales.

En este tiempo, desarrollaron tres líneas: una con azúcar, otra con stevia y la tercera con jugo de uva (sin azúcar agregada). En un comienzo, la fruta se la compraban a La Campiña de Mónica y César, a quienes también empezaron a hacerles las mermeladas. Hasta que, en las 17 hectáreas, iniciaron sus propias plantaciones.

El Brocal, San Pedro, Buenos Aires. donde se produce la fruta para la elaboración de las mermeladas 100% naturales.
La receta para producir y vender

“Yo siempre saco cosas de la adversidad”, resume Marcela, para quien no se trata solamente de tener suerte. El desarrollo de la empresa no estuvo exento de desafíos. Como cuando los estafaron con una venta y debieron pedir un préstamo. O cuando un comprador los “clavó” con una cantidad importante de producción y ella decidió ofrecerla a una cadena de supermercados.

Sin contactos, pero con voluntad, logró que el Gerente de Compras aceptara la propuesta. “A los dos meses estuvimos en góndola. No podía crecerlo y, aparte, nos llamaron de otra cadena”. Sin embargo, decidieron rechazarla al saber que no iban a poder abastecerla.

La cosecha de la fruta en El Brocal, a mano para hacer las mermeladas.

Aunque les dio miedo decir que no, cree que lo bueno fue no desesperarse por la venta. Les propusieron comenzar al año siguiente y el supermercado volvió a reconectarse. Así, llegaron a todo el interior del país.

Fue entonces que decidieron modernizarse. Invirtieron en pailas y en máquinas de secado y exprimidoras. Pero siempre fue fundamental mantener el espíritu familiar de la empresa, incluso luego de su separación. “Fui a ver -comenta- fábricas inmensas, con mucha maquinaria, y no podía creer que hubieran cerrado. Se habían peleado entre socios”. Además, cuentan con alrededor de 45 empleados, que son cerca de 50 en la época de cosecha.

Actualmente, hay 14 hectáreas plantadas con los frutales, de la que se obtiene una producción de 1.800.000 frascos al año. La que más sale es la mermelada de higo y, por eso, es lo que más cosechan. También tienen ciruela, naranja, durazno, frutos rojos. Lo que ellos no producen tratan de comprarlo en San Pedro. La frutilla la compran en Coronda. La miel, en tanto, se la compran a un productor que conocen y el dulce de leche también lo adquieren, porque como lo que ellos hacen es sin tac les implicaría construir otra fábrica.

«Confitura de naranja», una de las especialidades.
Un paso al costado, no hacia atrás

Marcela revela que “si quisiera abaratar costos podría hacerlo”, y recuerda cuando le sugirieron ponerle batata al higo. Ellos siguen eligiendo sacar la fruta fresca del árbol, cortarla y ponerla en la paila, porque es otro el sabor, aunque eso lleve a tener un stock de mercadería y dinero parado.

“El higo que sale en enero -dice- lo terminamos de vender en diciembre”. Pero cree que es la clave de El Brocal: el respeto y la honestidad que tienen hacia el consumidor, y también con los otros distribuidores. A su vez, se ocupan del envasado y de parte de la distribución, que se amplió de locales en la zona y kioscos en la ruta a hoteles y dietéticas. También hacen marcas propias de empresas, a quienes les preguntan cuánto creen que van a vender y, en base a eso, calculan la producción y la plantación.

Hoy es Nicolás quien se instaló en San Pedro y se ocupa de la fábrica, con visitas de la empresa dos veces por semana. Las oficinas están en Vicente López, donde también hay un depósito y tienen, asimismo, otro en Pilar, y uno más en San Pedro.

Ciruelas, recién cosechadas para elaborar la mermelada correspondiente.

Marcela adelanta que, aunque sigue involucrada en la empresa, ya empezó a delegar cosas en su hija Julia, que estudió recursos humanos. Lo que no quita que siga con proyectos, como haber inaugurado este año el sabor mandarina o la asociación (todavía incipiente) con heladerías para que usen sus mermeladas junto con los helados.

“El higo con la crema queda espectacular”, se entusiasma, mientras espera que el clima acompañe a la producción. Reconoce que fue un buen año de ventas, aunque el supermercado se haya quedado un poco. Incluso, durante la pandemia inauguraron los canales digitales de venta para mantenerse. “Para mí lo importante es crecer todos los años”, refiere Marcela, que nunca imaginó la dimensión que tomaría el proyecto.

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